Robo de cobre en España
El pasado mes de abril la revista española XL Semanal publicaba un interesante artículo informando del impacto de uno de los negocios millonarios más importantes del mundo: el cobre.
El cobre es uno de los metales más usados del mundo: electricidad, agua, comunicaciones, transporte… Está tan cotizado que solo en España se produce un robo cada hora. Se podría decir que la cotización del cobre fluctúa casi matemáticamente en función de los robos que esta materia prima sufre en todo el planeta.
Actualmente se consumen 23 millones de toneladas de cobre al año, el doble que hace dos décadas. Su precio se vio drásticamente mermado cayendo de los 10.000 dólares por tonelada en 2011 hasta los 5862 de la actualidad, entre otros motivos por el temor de recesión que se avecinaba en China en 2015 (mayor productor y consumidor mundial de cobre).
España por un lado goza de un superávit de cobre, consumiendo 310.000 toneladas de las 390.000 anuales que se producen, principalmente en las minas de Huelva y Sevilla. Se entiende que de manera legal se venden 80.000 toneladas dedicadas a la exportación. Aun así, el negocio ilegal sigue muy activo, habiéndose registrado 8150 sustracciones en total en 2015, dejando a más de 1000 detenidos y otros tantos fallecidos por electrocución sufrida durante el robo. Ante la oleada de robos, el gobierno español reaccionó activando un Plan de Respuesta que implicaba a Guardia Civil, Policía Nacional, autonómica y local.
Los robos suceden principalmente en tendido eléctrico, transformadores y subestaciones, huertos solares, líneas telefónicas y catenarias, siendo el ámbito rural el más afectado, al ser el menos vigilado. Estos robos tienen graves consecuencias, llegando a dejar localidades sin Internet y teléfono varios días. Como dato, ADIF, gestora de nuestra red ferroviaria, ha reportado más de 600 horas de retrasos entre 2015 y 2016 producidas por el robo de cobre tanto en el trazado convencional como el de alta velocidad.
Históricamente el perfil de delincuentes que robaba en España era una población marginal que extraía el cableado, lo llevaba a un descampado quitando el envoltorio de plástico que posteriormente quemarían para no dejar rastro. Este cobre pelado se vendía finalmente a un chatarrero que lo lleva a fundir. Sin embargo, ahora han irrumpido las mafias internacionales, que consideran el robo de cobre un negocio rentable por el menor riesgo que asumen.
Alicia García Franco, presidenta de la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje explica: “Las empresas recuperadoras son una de las principales víctimas, pues las mafias aprovechan que el reciclaje ha sido completado para robarlo durante su transporte. El modus operandi consiste en asaltar los camiones que llevan el cobre reciclado a la fundición y dirigirse a la frontera”.
Las infraestructuras también son atacadas de forma sistemática. La Operación Cuprum de 2015 desmanteló una banda de 13 personas, autores de 24 robos en subestaciones de Adif. Muchas comunidades de regantes también han lamentado el robo de cables de cobre especialmente en las estaciones de bombeo. Esto no solo provoca «un serio daño económico a la comunidad en sí, sino la suspensión del suministro que, debido a una caída de presión, afecta a aquellos agricultores cuyas fincas se encuentran más alejadas del punto de salida del agua».
Se necesitan soluciones que respondan a la problemática del robo de cobre
Se demanda una mayor presencia de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado especialmente en núcleo rurales, subestaciones eléctricas, comunidades de regantes o huertos solares que permanecen más aislados y vulnerables.
Muchas veces se opta por instalar alarmas que permitan identificar a los intrusos antes de que se produzca el robo. Sin embargo, la rapidez de actuación de estas bandas les permite salir airosos, habiéndose producido ya el destrozo de la infraestructura. También se intentan bloquear las arquetas con tapas con cerrojos de seguridad, pero la gran mayoría no son suficientemente seguros y robustos, por lo que a fuerza bruta se acaban rompiendo.
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